15/06/19

El íncubo Zashael

ZASHAEL

Cuenta la leyenda que por las noches se le aparece a las jóvenes un íncubo, ser de la oscuridad, creado con el único fin de tentar y seducir, de corromper, de atraer a las féminas al ardiente caos infernal. Muchas han vendido sus almas a cambio de estar con Zashael algunas horas de su eterna estancia infernal, incluso aunque el demonio se alimente de su energía vital.

En esta ocasión Zashael tiene fijada su próxima presa, Adaya. Lleva varios días acercándose a ella, disfrazado de humano, fingiendo ser distintos desconocidos por la calle. Un chico rubio que sale del gimnasio, un elegante ejecutivo que la ha degustado con la mirada, un joven de ojos azules que finge estar distraído con su móvil sentado a su lado en el autobus. Poco a poco ha conseguido que su energía quede grabada en su subconsciente, ya tiene abierta la puerta de sus sueños.

Empezó a adentrarse en su cabeza mientras dormía, primero sugestivamente, repitiendo su nombre para que, más adelante, fuese capaz de invocarlo. Le susurraba "Zashael, zashael, zashaeeel" a la vez que dejaba entrever sus labios. Luego jugaba con las sensaciones que producía en su cuerpo, él también se divertía mucho, habían ciertas reglas con respecto a liberar sus ansias demoníacas, si fuese por él la enloquecería a niveles insospechables, pero solo debía lograr que su cuerpo rogase por más "entretenimiento". En estos juegos no se dejaba ver solo provocaba sensaciones intensas en ella como ente invisible. Por último nunca olvidaba susurrar las instrucciones para conseguir más, repetir su nombre tres veces frente a un espejo.

Adaya en un primer momento estaba asustada, no obstante a medida que se iban sucediendo los distintos sueños intensísimos, daba de lado al miedo y abrazaba esa profunda ráfaga de sensaciones que se adueñaba de ella. Día a día deseaba fervientemente la llegada de la noche pero cada vez más aquellos sueños se le hacían migajas. Entonces las dudas en realizar la tal invocación parecían disiparse, pero cuando despertaba una pequeña luz de raciocinio la disuadía, tal vez fuese prudencia, o los restos del miedo que creía haber dejado atrás.

Zashael solía ser paciente con las díficiles, pero a veces se enfurecía, porque aunque fuese un íncubo de los mejores, también tenía orgullo y las demasiado duras de roer, las que se lo pensaban tanto, que eran pocas, le sacaba de sus casillas. Así que decidió ir en contra de su modus operandi y se le apareció aquella noche sin ser invocado.

-Buenas noches, Adaya, encantado de conocerte oficialmente - sonreía detrás de ella en el reflejo de su espejo entre las tinieblas de su habitación.
-No te he invocado...- decía insegura y tratando de averiguar si soñaba.

Se giró y él no estaba tras de sí, solo en el espejo.

-Por eso no salgo a saludar, no, a menos que me invites claro.

Zashael sonreía maliciosamente, tomaba asiento en su cama en la imagen reflejada y la invitaba con el gesto de acariciar la cama.

-¿No vienes?
-¿Qué quieres de mí?- lo miraba directamente a los ojos a través del espejo.
-Solo quisiera acompañarte un rato, solo si me invocas de verdad podría salir de aquí... Y divertirnos ¿No te gustaría, Adaya?

Se mordió el labio, no era fácil mantener la prudencia mientras veía al provocativo Zashael tumbado en su cama, diferenciándose de un humano común por sus vistosos cuernecillos, sus alas plegadas a su musculosa espalda y su traviesa cola dando vueltas tras de él, sus ojos brillantes y su cuerpo de escándalo. 

Tenía miedo, pero era mayor su curiosidad y el potente recuerdo de las noches pasadas, así que abrazándose a sí misma y con los ojos cerrados dijo muy bajito:

-Zashael, zashael, zashael.

El íncubo satisfecho se abalanzó sobre Adaya.

CONTINUARÁ...