Desgraciadas las almas condenadas a vivir en un mundo excesivamente llano, sin los matices que hallan los seres dispersos, abstraídos de la mundana realidad, más allá del pragmatismo que posee la existencia normal.
Hartos de que nos llamen "letrasados" o simplemente de que nos pregunten "¿Para qué sirve la Filología?", hoy quisiera requerir un minuto de silencio por todos aquellos que sufren en silencio su creciente frustración por haber tenido que estudiar aquello que les desagradó, por el supuesto hecho de que "la ciencia" es la meta final de las metas, de conseguir un dinero putrefacto que jamás tuvo valor real más allá del que un sistema le otorgó, por unas ambiciones desmedidas, sin fronteras, fuera de los límites del bienestar medio y muy por encima en la escala de burdas comodidades; de ahí los infatiles, poco originales y desgastados intentos de ridiculizar a los que han estudiado letras por verdadero placer y vocación, rozando lo patético cuando etiquetan visualemente a los de humanidades como indigentes frente a los ricachones científicos.
No se equivoquen, son esclavos con cadenas invisibles que los ata fuertemente a sus dueños, herederos de ese capital que tanto presumen, de aquellos que mueven los hilos en la distancia; nosotros al menos habitamos nuestros múltiples espacios, acogidos entre el espacio de las palabras, allí donde florece nuestro criterio, nuestro libre albedrío en la decisión, sin esa imprudente y exclusiva necesidad de un final dirigido al éxito monetario, que, por otro lado, también obtenemos según ellos con menos esfuerzo, con la diferencia de que nosotros lo hacemos disfrutando (ya sea escribiendo libros, guiones, noticias, publicidad, corrigiendo faltas de ortografía, etc.), nosotros también vivimos en ese sistema que le da fuerza y poder a trozos de papel y aún así vivimos en un estado de felicidad imposible de arrebatar, que radica en una evasión que se nutre de los mundos que poseemos, de nuestra elevada capacidad psíquica de concentrarnos, de viajar en el conocimiento, dadnos un manual y tendréis aquello que queráis.
Sin el testimonio de la palabra escrita, sin esa capacidad de comunicación, jamás hubiesen existido avances posibles en vuestra amada ciencia, sin contar claro la tradición oral, que podría haber funcionado, sin embargo siendo todo mucho más rudimentario y lento el proceso de avance. Nosotros nos comunicamos hábilmente, lo que en cierto aspecto denota agilidad de pensamiento.
¿Qué es eso que endiosa a los de ciencias? ¿Lo que les excusa llevar semejante complejo de superioridad? Nada, porque no debería existir por ninguna de las partes, ambos somos seres humanos, mortales que básicamente han escogido acotar su campo de curiosidad debido a la organización del sistema educativo. Ambas partes han de ser lo suficiente inteligentes para saber que el conociemiento se complementa genial, que tenemos exuberantes fuentes para suplir la ausencia del uno o del otro.
No obstante, esa nada, la solemos confundir con el hecho de que, actualemente, en nuestra sociedad tecnócrata hay una alta demanda de ingenieros de varias clases y son importantes aquellos pertenecientes a la rama de la medicina para prolongar nuestra esperanza de vida.
A pesar de eso reitero el valor de las letras en una sociedad en la que aumenta cada vez más la pérdida de criterio, esa en la que nos alimentamos de ingente contenido a diestro y sieniestro, consumiendo falacias y publicidad que nos insta a comprar sin rechistar, en un mundo en el que se ha vuelto más importante la ingienería que la filosofía, donde temo en el que será fácil olvidar el sentir humano inherente a "ser" y comprometerse a los cometidos fríos y calculados de la tecnología, de encerrarnos en casa y dejar la vida pasar frente a pantallas, de ignorar nuestra sociabilidad física, cara a cara y servirnos de falsas imágenes, tal como escenificaba Platón con el mito de la caverna, será el fuego y sus sombras las que nos domine, mientras fuera esté la realidad solo encomendada a los valientes sabios que hayan podido abrirse camino a la superficie, dejando atrás falsas convicciones y rompiendo los hilos que nos hacían títeres.
Almudena Grandes
Hace 2 años
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