Y se desgastó, sus ojos se rompían, se deslizaban las lluvias de tristeza por sus mejillas, quejumbrosa decidió eliminar el origen del mal que la aquejaba...Sentía su soledad multiplicada en sus silencios, en su indiferencia abstracta, en ese saber que en realidad ya tiene todo y tu no eres nada, insignificancia que no tiene importancia.
Y qué dolor saberse vulnerable, idiótica, por confiar por intuición, por naturaleza, no es sensato, pero tampoco es vida lo contrario, desconfiar hasta de las sombras. Y así, herida, es preferible de nuevo hablarle a las esquinas blancas del papel, de imaginar un apoyo imaginario, aunque sea sobre la figura que sin pretenderlo duele...
Esperar que se cumplan las promesas vacías, que lo superficial sea más profundo y complejo, que la pasión se torne en algo más...Es tan peligroso como enamorarse de las espinas de un rosal, que por mucho que quieras aferrarlas se te clavan en el alma...Te desangras por cientos de heridas realizadas por las púas, que afligen como alfileres asesinos tu expuesta piel.
La vida sigue, no se detiene por tus absurdos duelos emocionales-imaginarios, nunca hubo nada, no lo iba a haber, ni tampoco lo habrá. Despierta ya atontada, deja ya de llorar, levántate y camina hacia delante, déjate abrazar por la soledad, aunque a veces te consuma, mejor consumirse por propia soledad que por una recreada con una compañía extraña, confusa, que a veces sí, y otras no.
Olvida, olvida rápido. Aunque cueste, aunque duela...Todo pasa, y pasará.
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