-¡Llego tarde! ¡Llego tarde! - sale corriendo el conejo blanco de nuestros pensamientos con un enorme reloj de bolsillo.
¿Quién no ha actuado preso de las agujas de un reloj? Muy pocos deciden vivir sin medir sus horas, sin saber cuánto tiempo ha invertido en esto o aquello, o cuánto tiempo de su vida ha usado correctamente, según las normas. Decididamente los hay que viven en la frontera de no medir horas, minutos y segundos, a dejarlas pasar encadenado a la droga más intensa de nuestro tiempo: Internet. Con su amplio abanico de posibilidades, como si fueran distintos sabores de una heladería, algunos arrancan los pétalos de su vida, día tras día, en las redes sociales, aparentando ser lo que no es, para causar envidias, para desbordar su ego con likes, para hacer daño deliberadamente; sin embargo otros, hacen literalmente lo que sea para que sus vídeos reciban el mayor número de visitas, o tener millones de personas aplaudiendo sus estupideces; otros muchos pasan más tiempo prestando atención a pantallas y nimiedades que junto a sus seres queridos...
Los que no, los que prefieren experimentar plenamente sus vivencias, con la tecnología en tercer plano, con el reloj mirando hacia la pared, muestran sus sonrisas, su alegría, verdadera, sin filtros, como si estuviese tatuada en su rostro, destilan mucho mejor los buenos momentos en su memoria, en su corazón, no los perderán en un fallo electrónico, permanecerán inscritas en los monumentos que la vida les enseña a esculpir.
Además del conocido Carpe diem latino, queridos lectores con esta pequeña reflexión quisiera que vivierais intensamente, y como Javier Krahe dice en una de sus canciones "Sería tétrico someterlo todo al sistema métrico", así que no se esclavicen a un reloj, ni dejen pasar sus trenes desinteresadamente, encuentren el término medio, el equilibrio es la clave de todo.
Almudena Grandes
Hace 2 años
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