
Todo comienza con Eris, diosa de la Discordia
Sus brillantes ojos rojos observaban con alevosía al pobre mortal con el que establecería el caos más estrepitoso que jamás pudo disfrutar. Este sumergido en su nimia y cotidiana realidad estaba ajeno al escrutinio de la pérfida diosa, que se relamía los labios, como si saborease la penuria que se cerniría sobre aquel diminuto individuo. Entre la penumbra sostenía en sus manos una esfera, con...