15/06/20

Diálogo de besugos

—Eres demasiado drástica...
—No, me cansé de sentirme ansiosa y de esperar la nada, de verter lágrimas sin sentido...Dirás que soy exagerada, que me contradigo, mejor entiende que mi intensidad me abruma, porque vivo más allá de las palabras, porque es fecundo el campo en el que florece mi imaginación...Sí, aunque lo pareciese no soy idiota, se confunde con mi ingenuidad, con mi torpe habilidad de confiar por impulso, por vulgar intuición...
—Pero... ¿Y...?
—Sí, ya, ya lo sé, jamás mentí ni una sola vez, cada cosa que dije fue cierta, sin embargo no puedes tender un puente si del otro lado no están dispuestos a sujetarlo, los cimientos caen al vacío. Supongo que hay situaciones determinadas que creías que significaban "algo" más, o mejor dicho querías que significasen más, pero si no dan más de sí, si reina un silencio que te requiebra o un abrumador destierro estando el uno junto al otro...Mejor convivir con uno mismo, con los quebraderos del pensamiento, con las retorcidas hipótesis que se cruzan con una gran mala racha mundial.

El puente roto y el sueño, Salvador Dalí
El puente roto y el sueño (1945) Salvador Dalí

—¿Pero no decías que...?
—Se llama histrionismo, era una forma de expresar mi nerviosismo, mis pamplinescas ganas, de esas que dicen a todo el cuerpo que no, pero en realidad es un sí tan fuerte que requiebra la lógica. También podríamos decir que es timidez elevada a la vergüenza, de no saber muy bien cómo reaccionar, o qué hacer.


—Fuiste una digna aprendiz...
—Gracias maese, sentía curiosidad por saber como hubiese sido el siguiente nivel, pero supongo que ninguno de los dos podría ser capaz, prefiero pensar eso que las muchas otras dolorosas opciones que me han surcado el alma...Maldigo en ocasiones mi redomada capacidad para la pamplinería y confundir cornamusas con flautas dulces, porque nada tienen que ver, unas exclusivamente movidas por pasión y otras con nobles sentimientos añadidos...

 Los tres músicos ambulantes (1593-1678) Jacob Jordaens

                 

11/06/20

Itinerario galáctico

 Incertidumbre quisiera combatirte con la belleza estética de la imaginación, evadir tus hipótesis retorcidas, apagar el interruptor de predecir todas y cada una de las supuestamente posibles catástrofes que se avecinan.

Ojalá se abran las puertas hacia las estrellas, que mis pasos sean ligeros, que dance toda la noche con el cosmos y que mis acompañantes celestiales canten melodías inimaginables, música que conmueva hasta lo más profundo de mi esencia, que olvide por un placentero tiempo todas las pamplinas que inventamos y creemos de gran relevancia en nuestro humano sistema... Porque la existencia entraña una simplicidad que olvidamos hace mucho...Demasiadas necesidades prefabricadas nos laceran...

Una vez en lo más alto de los cielos nadar y volar al mismo tiempo, y desde arriba emitir el aullido que despierte a mi manada, que acudan mis seres afines, recorrer entonces el espacio como una bandada de gráciles cisnes.

Dícese que las partículas de luz se aúnan justo entre los labios cuando nace realmente una verdadera sonrisa, una auténtica hija de la efímera felicidad, allí deslumbra pero es en toda la existencia de uno cuando reverbera, se agita la alegría como un cohete a punto de estallar y una vez despega pocas veces vuelve a marchar desde la base corporal.

Conversar con alienígenas a la hora del té, aprender, compartir, descubrir la otredad más allá del rutinario planeta hogar, investigar las motivaciones extraterrestres y su perspectiva vital... Encontrar criaturas míticas merodeando por la quietud del firmamento interestelar, un dragón, gran lagarto volador, un pegaso, caballito alado que relincha descuidado, podría despertar a las nereidas que naufragan con sus colas esparciendo el polvo luminiscente como si de gotas de brillante agua se tratase.

Apocamiento en tiempos de pandemia

Alexia ha salido a comprar al supermercado, está bastante asustada, evita incluso el contacto visual con el resto de clientes, algunos que sí respetan las distancias, otros que no, ella sin embargo solo quiere acabar lo antes posible. Solo le queda ir a por el papel higiénico, uno de los productos más absurdamente vendidos. Con ligeros temblores por el nerviosismo choca sin querer con alguien que no veía por donde iba ya que iba cargando un enorme paquete de papel higiénico.

—Lo-, lo-, lo siento. — articuló con dificultad.
—Tranquila, no pasa nada. — apenas se le entendía con la mascarilla puesta.

Ella asintió aunque no terminase de entender lo que él le había dicho, estaba a punto de marcharse cuando él le cortó el paso y le dijo:

—¿No me has reconocido?
—¿Perdón? No te entiendo bien — se señaló su propia mascarilla para hacer hincapié en la dificultad comunicativa.
— Vaya...— realizó un par de gestos peculiares que a ella le resultaron cómicos.
—¿Qué haces?
—Un muy pésimo intento de lengua de signos chorra inventados por mí.

Ambos sonreían bajo las mascarillas, sin embargo un guardia de vigilancia que pasaba por allí les recordó la abrumadora seriedad de la situación, simplemente con una mirada de reprobación. 

Ella simplemente se despidió agitando levemente su mano y se marchó hacia la caja para regresar a los recovecos de su tan rutinario hogar tras tantos meses de confinamiento.

En cambio él tras unos instantes de estupefacción tardó un poco más en hacer exactamente lo mismo hacia su propia casa.

Mientras colocaba la compra Alexia le daba vueltas a la idea de que conocía de algo al del supermercado pero no caía en la cuenta, de repente recibió muchas notificaciones seguidas en su teléfono móvil, tantas y tan insistentes que fue a comprobarlas.

De golpe supo de quien se trataba y se avergonzó tanto y tan repentinamente que destrozó todos y cada uno de los huevos del cartón que estaba sujetando, no le quedó más remedio que limpiar todo aquel estropicio y retornar a la calma centrándose en la tarea e ignorando las incesantes notificaciones, hasta que no aguantó más y apagó el móvil.