17/05/20

Mario Aconcio

El encaprichado rey, lanzó una manzana hechizada, brillante, cual pescador que lanza su señuelo, y alcanza a una muchacha que cual pececillo se ha acercado imprudente, la recoge y lee el mensaje tallado:

"Estaré con Mario Aconcio"

Desconcertada, buscó el origen de la caída de la fruta, había sido justo encima de su cabeza, por una ventana del castillo del reino. Quiso devolverla pero nadie le permitía tal hazaña, muchos le repitieron que se la quedase como obsequio real, ella no estaba contenta con aquellas respuestas. Optó por dejarla en medio del mercado junto con las demás en un puesto sin que el mercader se diese cuenta.

Cuando regresó a casa su madre la traía en la cesta, pensó que era inevitable librarse de ella y se la llevó consigo a su lecho. La observó con atención y descubrió que en realidad no era una hermosa manzana, se trataba de una especie de artificio y dentro escondía una llave y un mapa.

Se aventuró curiosa al hallazgo de aquello que abriría la llave. El mapa la condujo a las afueras, cerca del río, allí halló la entrada de una cueva, claramente señalada con una gran marca roja. Se adentró en ella con la guía de una antorcha que con gran esfuerzo había prendido. El eco de sus pasos resonó con fuerza hasta que dio con una enorme puerta, lujosa con muchas joyas incrustadas, colocó la llave en la cerradura y con un gran chasquido cedió y quedó cara a cara con Mario Aconcio.

—Ya era hora.
—¿Eres Mario Aconcio?
—Sí, querida Cípide 

La puerta se cerró sola, la llave se esfumó entre sus manos y Mario Aconcio se transformó en la oscuridad, frente a ella había una criatura de grandes alas negras, el brillo de sus ojos y sus dientes fue lo último que Cípide recordó.


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