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Rea y Yothis |
Desde aquel día Rea se esmeró en el cuidado de su nuevo hijo. Siguió viajando sin parar, para comerciar con sus especias, mientras el pequeño Yothis crecía y sentía curiosidad por todo, una vez le preguntó:
-¿Dónde está mi padre? ¿Por qué nunca le he visto? - con sólo cinco años la dejó aturdida.
-Pues...Murió en una guerra contra los cíclopes - improvisó, recordando el héroe que le daba nombre a su hijo.
-¿Por qué nunca me lo habías contado?
-Porque tú nunca me lo habías preguntado, hasta hoy- le respondió mientras atendía el puesto de especias- Gracias por su compra.
-Mamá ¿y...?
-Sé que vas a comenzar con tu repertorio infinito de preguntas ¿Por qué no vas a jugar a la plaza? Te prometo que luego te responderé a todo lo que quieras - le dijo antes de atender a otro cliente.
Yothis se sentó en un banco de piedra, observando cómo unos niños bailaban alrededor de un sátiro que tocaba una flauta de madera con varios agujeros. Desde allí se fijó en el color de su pelo, era verde como unas enredaderas que adornaban su cabeza, su cornamenta se retorcía en el extremo superior, acabando en una pequeña curva afilada, su mirada penetrante advertía su naturaleza semianimal. Pero lo que de verdad asombraba a Yothis era la maravillosa capacidad de tocar música.
Cuando aquel sátiro terminó de tocar y pasó un pequeño recipiente para recoger algunas monedas, se acercó a Yothis.
-Hola, me llamo Juritus Maximinis, soy un viajero que toca en los pueblos para vivir ¿Podrías dejarme algún dracma?
-Vamos a preguntarle a mi madre. - le tomó de la mano y le condujo hasta el puesto de su madre.
-¿Quién es ese Yothis?- le dijo al verle llegar con un extraño.
-Es un músico viajero ¿Podemos darle algún dracma? Toca muy bien mamá.
Entonces su madre le dio al niño tres dracmas, porque recordó como Cetis, la pequeña sátira le entregó a su hijo. Yothis muy feliz se los dio a Juritus.
-Gracias, Yothis ¿Sabes que tienes un nombre muy bonito?
-¿Sí? ¿Por qué?- ya volvía a la carga con sus cadenas de preguntas.
-¿No lo sabes? Yothis fue un héroe que salvó a los sátiros de los cíclopes.
-¿En serio? ¿Qué es un sátiro? ¿Y un cíclope?
-Yo soy un sátiro - dio una vuelta para que lo viera al completo- Soy mitad hombre, mitad cabra. Y un cíclope es un monstruo enorme con un solo ojo. ¿Quieres que te cuente más historias sobre Yothis? Te lo debo después de darme los dracmas.
Volvieron a la plaza, se sentaron en el banco de piedra donde se les unió más audiencia. Cuando su madre le fue a buscar, se despidió de Juritus, con la cabeza llena de sueños, de batallas, de criaturas mágicas, de reyes en apuros, de princesas guerreras y de corazones enamorados.
Al día siguiente cuando se dirigían a otro pueblo, el niño se talló en un trozo de madera una pequeña y maltrecha espada de juguete, e iba imaginando sus propias aventuras, jugando con otros niños a que eran bestias feroces, incluso alguna que otra chica quiso jugar a ser su enamorada. Pero él nunca hizo mucho caso a eso. Hasta que un día una chica con una gran trenza pelirroja y ojos ceniza, se le acercó para jugar y hacer de la diosa Atenea...Se divirtió muchísimo, adoraba jugar con ella. El día que pensó que su madre le diría de partir al siguiente pueblo estaba triste porque no quería despedirse de su amiga, Heliana, pero para su sorpresa su madre le condujo a una casa y le dijo que se establecerían allí por un tiempo. Aquello le resultó extraño, no solían quedarse en ningún sitio más de dos semanas. Pero al mismo tiempo le inundó la alegría, tanta que fue en busca de Heliana para comunicarle la gran noticia. Así, crecieron juntos, jugando a ser una diosa y un héroe que salvaban a la humanidad.
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Juritus Maximinis |
Los niños se convirtieron en dos jóvenes que cambiaron sus juegos infantiles por música y canciones que ellos mismos componían y tocaban, él con una flauta dulce de madera y ella con un arpa. Lucían como dos bardos y por ello muchos niños del pueblo le tenían aprecio, porque les permitían escucharlos sin cobrar ni un solo dracma. Tuvieron muchas discordias con otros bardos que sí cobraban para ganarse la vida, así que solo se lo permitían a sus amigos más allegados, por lo que se reunían en un pequeño banco de madera que lindaba con el comienzo del bosque.
Uno de esos días, mientras Heliana comenzaba a rasgar las cuerdas de su arpa, un cíclope la raptó ante los ojos de los allí presentes. Ella se revolvió y gritó desesperada, recordó que llevaba una daga en su cinturón, se la clavó en una mano, pero no le hizo tanto daño como ella esperaba, pues se la arrebató y la lanzó tras de sí.
Yothis, los persiguió, recogió la daga y se juró que la rescataría, aunque fuese lo último que hiciera.